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sábado, 20 de febrero de 2010

Chile, el laboratorio de los Legionarios de Cristo

El castigo que el Papa Benedicto XVI aplicó al fundador de esa congregación Marcial Maciel por abusos sexuales contra seminaristas, removió con particular fuerza a la elite conservadora chilena, pues líderes políticos de la derecha y los hombres más ricos del país adscriben al movimiento.
Si los años ‘70 y buena parte de los ‘80 estuvieron marcados por la teología de la liberación en América Latina, los ‘90 mostraron la oscilación del péndulo. El término de las dictaduras de seguridad nacional –lo que significó la retirada de la Iglesia Católica de la primera línea de defensa de los derechos humanos-, el derrumbe de las dictaduras comunistas en Europa Oriental y, por tanto la disolución de su valor referencial, una cierta crisis o hastío de la modernidad y el surgimiento de sociedades civiles más abiertas y liberales en materia moral y religiosa, son factores que permitieron que una franja importante de creyentes fuera ganada por una visión más conservadora de la fe. Obviamente el telón de fondo estuvo dentro de la propia Iglesia: el triunfo ideológico y estructural de un Papa como Juan Pablo II, un hombre del Este europeo, rígido, imperial, pero desgarrado por los fantasmas que cruzaron su Polonia natal, el nazismo y el comunismo. En este escenario de restauración –en muchos sentidos de contenido previo al Concilio Vaticano II, aunque postconciliar en aspectos formales- es que florecieron dos movimientos que han articulado a laicos y personal de vida consagrada: el Opus Dei, que civilizó al franquismo en los años ‘60, y la congregación de origen mexicano Legionarios de Cristo y su versión movimientista, Regnum Christi. Su discurso verticalista frente al Vaticano, expresado en obediencia al Papa, una posición más canónica o doctrinaria frente al dogma y además la capacidad de expansión en la sociedad, debido a su expresión laical, así como una activa inserción en la enseñanza, les permitieron a las dos organizaciones dar un importante salto en su influencia. Un rasgo clave tanto del Opus como de los Legionarios es que, casi al modo protestante, resantificaron el trabajo y la riqueza privada entendida –teóricamente- como fruto de la laboriosidad de las personas en armonía con Dios. De este modo enfrentaron al liberacionismo teológico e incluso a la Iglesia postconciliar, mundos que en los años ’70 y ’80 estaban más próximos a una visión socialista o comunitaria de la economía, donde –expresado en simple- los ricos tenían que desprenderse o repartir y no acumular. Para los Legionarios de Cristo, Chile era un buen laboratorio. Aquí se había configurado una poderosa elite empresarial, moderna, independiente del Estado, que podía mostrarse exitosa en la región, articulada con una derecha política autodefinida como católica wojtylista y con un nivel de adhesión electoral en torno a 40%. Por ello arribaron a comienzos de los ’80 –haciéndose cargo del Instituto Zambrano, que educa a sectores medios- y en los ’90 ya entraron a disputar el territorio que en las décadas anteriores administró el Opus Dei (naturalmente estas dos agrupaciones dejaron en el olvido experiencias católicas más fanáticas o integristas -pero también más marginales- de los años ’60, como Fiducia, Tizona y el incipiente lefevbrismo). A diferencia de la hoy prelatura formada por Josemaría Escrivá de Balaguer, hierática, hispanista y autoflagelante en sus prácticas rituales, los Legionarios ofrecieron un estilo o modo de vivir la fe más flexible. Como explica un sacerdote progre, los seguidores del sancionado Marcial Maciel, respecto de quien Roma tiene indicios firmes de haber incurrido en abusos sexuales a seminaristas, son algo así como un Opus versión light, desde luego más comprensivo con las vidas privadas de sus fieles, que no tienen necesariamente que ser santas si se vive en un mundo de pecadores… No es ajeno a esta distinción, dicen los observadores, el dato de que el Opus haya surgido de una España aislada entonces de Europa y los Legionarios de un México más tropical y de separación entre Iglesia y Estado. De partida, presentaron en Chile al mejor relacionador público, el comunicativo sacerdote John O’Reilly -constante figura en las páginas mercuriales de sociales-, que ha asumido la vocería en la crisis y que ayer negó que Maciel haya hecho aquello que, en los crudos hechos, ha admitido el mismísimo Vaticano. El activismo legionario tuvo éxito en la última década. Consiguió, por ejemplo, pasar a tomar el control –en una áspera lucha con sus fundadores- de la Universidad Finis Terrae, para competirle al Opus Dei y su Universidad los Andes, y convirtió a su colegio Cumbres en un top de educación de buena calidad, católica y cara. También creó una red de entidades sectoriales conservadoras con alto impacto en la prensa, debido a la cercanía del grupo medial de Agustín Edwards con la congregación. En esta trama para influir en la sociedad y en la agenda pública destacan Familia Unida, Gente Nueva y Generación Empresarial. Antes de ser alcalde de La Florida, el UDI Pablo Zalaquett se hizo conocido como portavoz de Generación Empresarial y columnista sobre moral de los negocios en La Segunda. Aparte de Zalaquett, que creó GE con Luis Hernán Cubillos, hijo del canciller de la dictadura Hernán Cubillos –hombre decisivo en El Mercurio durante los años ’70-, son figuras claves asesoras de Generación figuras como Carlos Cáceres, Jaime Bauzá, Jaime Bellolio, Ronald Bown, Ricardo Claro, Sergio de Castro, Alberto Etchegaray, Eugenio Heiremans, Cristián Larroulet, Guillermo Luksic, Patricia Matte, Luis Enrique Yarur y Cristián Zegers. En todo caso, no todos ellos son formalmente legionarios, ya que el núcleo duro de GE es el directorio (Eduardo Romo, Marisol Bravo, Andrés Ibáñez, Salvador Said, Guillermo Turner y Jorge Andrés Saieh, enre otros). No sólo el clan Edwards ha auspiciado la expansión de los Legionarios. Son de dominio público los lazos del movimiento con las familias Luksic y Matte, que constituyen dos de los imperios económicos más fuertes del país, así como con Juan Obach. Guillermo Luksic y Eliodoro Matte han valorado, en diversas entrevistas, la pata educacional de Regnum Christi y Legionarios de Cristo. Otra conexión de los Legionarios es con el grupo supermercadista Ibáñez. Según fuentes de Líder, la orientación religiosa de la Escuela de Servicios, donde se forma y adoctrina al personal del conglomerado D&S, está en manos de los Legionarios. A la revista Capital Nicolás Ibáñez le confesó su admiración hacia los Legionarios, “por la manera rigurosa en que sirven a Dios, su sesgo hacia la formación y educación, su modernidad, su espíritu empresarial y su tolerancia”. En otra entrevista, el cura O’Reilly definió así el interés por evangelizar a los ricos: “Ellos ayudan a generar los destinos de una nación, por eso es necesario formarlos en la ética y la solidaridad, para que compartan su tiempo, su talento y su riqueza”. Sin embargo, el propósito de guiar a los adinerados se complementa con la influencia creciente que los Legionarios han adquirido en la UDI y RN. Incluso le ganaron la partida al Opus Dei en la familia de Joaquín Lavín. Una hija del ex abanderado se integró como religiosa a los Legionarios en Roma, a pesar de que el ex alcalde es supernumerario de la Obra. Una señal de cómo las dos congregaciones disputan la religiosidad de las elites conservadoras.Maciel castigadoDespués de un proceso de más de un año de duración, la Santa Sede determinó hoy quitarle el ministerio sacerdotal a Marciel Maciel, líder de los Legionarios de Cristo, en castigo por haber abusado sexualmente de menores de edad.La noticia fue dada a conocer a través de un comunicado, difundido por la sala de prensa del Vaticano, que textualmente dice: “Tras haber sometido los resultados de la investigación a un estudio atento, la Congregación para la Doctrina de la Fe decidió –teniendo en cuenta tanto la edad avanzada del padre Maciel, como su delicada salud— renunciar a un proceso canónico, e invitar al padre a una vida reservada de oración y de penitencia, renunciando a todo ministerio público. El Santo Padre aprobó estas decisiones”. Antonio Roqueñí, experto en derecho canónico, indica que se trata de una suspensión a divinis, lo cual significa que el padre Maciel “ya no podrá celebrar misas en público, ni oír confesiones, ni tampoco dar la absolución”. Además, dice, la sentencia también impide a Maciel ocupar “cargos de gobierno en la Iglesia, incluso dentro de la misma congregación de los Legionarios de Cristo”.En el comunicado del Vaticano se señala que, desde 1998, la Congregación para la Doctrina de la Fe empezó a recibir “acusaciones” contra Maciel. Y éste, en 2002, “publicó una declaración para negar las acusaciones y para expresar su descontento por la ofensa recibida por algunos ex-legionarios de Cristo”.Todos estos elementos –agrega el comunicado— fueron “objeto de un examen maduro” que precedió al fallo del papa Benedicto XVI.

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